De Ana Diosdado y Anillos de Oro.
Como un anillo de boda, sin más adorno que sus propias líneas limpias y seguras, Anillos de Orose ve hoy, lejos de la novedad del divorcio, como un canto al amor, a la diversidad y a una forma de hacer televisión que se ha ido diluyendo en el tiempo. Con el tono de seca ironía que Ana Diosdado prestó a su personaje y a su narración, el primer capítulo de esta serie de 13 episodios, supondría hoy un jarro de agua fría capaz de despertar a muchos millones de telespectadores que ya ni recuerdan que antes eran capaces de entretenerse con relatos complejos. La modernidad que desprende la serie es sobrecogedora todavía hoy, casi 35 años después de su estreno.
Ana Diosdado nació en Buenos Aires en 1938 cuando la guerra que había exiliado a sus padres todavía no había llegado a Madrid. En 1983, cuando se estrenó Anillos de Oroen TVE, ella tenía 45 años y la España democrática apenas 8.
Hija de actores, Ana Diosdado se subió a las tablas por primera vez con tan solo 5 años de la mano de su madrina, nada menos que Margarita Xirgú. Diosdado vuelve a España en 1950 junto a su padre, el actor y director Enrique Diosdado y la segunda esposa de este, la actriz Amelia de la Torre. Es en la compañía de su padre dónde aprende el oficio del teatro mientras se educa en el Liceo Francés de Madrid y, más tarde, en la Universidad Complutense. Hasta la llegada de la democracia, la mayoría de los textos que publica o dirige para el teatro son adaptaciones, ya que es reacia a dejar salir sus textos originales para no tener que lidiar con la censura, todavía en vigor en aquellos años. Podríamos encontrar en este dato una explicación a su admirable eclosión como autora teatral y televisiva en los años 80, ya que es en esa etapa cuando, gracias a la democracia, se le permite trasladar sus textos al gran público. De esta década son sus mayores éxitos, destacando en teatro con Los 80 Son Nuestrosy en televisión con Anillos de Oroen 1983 y con Segunda Enseñanzaen 1986. En los años posteriores, a la vez que la modernidad se va moderando en España, Diosdado se retira del foco y sigue su intenso trabajo como dramaturga y guionista en el ámbito del teatro, trabajando con y para los autores hasta su muerte, siendo en ese momento presidenta de la SGAE.
La televisión pública en los 80 –
Anillos de Orose estrenó un viernes 7 de octubre de 1983 en TVE1. La serie estuvo en antena únicamente hasta el 30 de diciembre de este mismo año, pero su éxito y trascendencia han creado un mito televisivo que persiste hasta nuestros días.
Ese año, 1983, resultó uno de los años clave para la modernización de TVE. Unos meses antes, en mayo, otro espacio mítico convertido en piedra angular de la Movida Madrileña, comenzaba a andar en TVE2 de la mano de Paloma Chamorro: La Edad de Oro. A su vez, la misma semana en que Anillos de Orocomenzó a emitirse, despegó tambiénTocata, un espacio musical llamado a ocupar el hueco que había dejado el ya desgastado Aplauso,mítico éxito en la década anterior.
En el apartado internacional, la cadena pública también estrenó una de las series más importantes de todos los tiempos, M*A*S*H, 11 años después de su estreno en EEUU y que extendería su andadura en la cadena hasta 1989. En mayo, otro momento para la hemeroteca, los 0 puntos de Remedios Amaya en Eurovisión con “Quién Maneja mi Barca”.
Aunque hoy en día nos pueda parecer llamativa la confluencia de tantos nombres míticos en ese corto espacio de tiempo, no se trató de una repentina revolución, sino que estos programas convivían con los españoles porque reflejaban, de alguna manera, el cambio social que rápidamente se produjo en España. Y es que no podemos hablar de televisión pública en aquellos momentos sin referirnos al panorama político de la época, sobre todo si queremos llegar al fondo de una serie como la de Diosdado.
El PSOE había llegado al poder en 1982, pero no podemos decir que los cambios de TVE viniesen únicamente de su mano, sobre todo porque en solo un año no podrían haber sido capaces de tal revolución.
Un análisis cercano de la situación del ente público nos llevaría a pensar, muy probablemente, que los cambios se producen por influencia directa de los trabajadores que hay en ese momento en la casa. Además, en el caso de Anillos de Oro, serie centrada en una pareja de abogados especializados en divorcios, tendríamos que admitir que responde directamente a la aprobación de la Ley del Divorcio de 1981, cuando todavía no estaban los socialistas en La Moncloa. Tampoco podemos colgarle los laureles a Pilar Miró, directora de RTVE por excelencia a la hora de hablar de modernidad, porque no llegaría a la casa hasta 1986.
Vista desde nuestros días, la serie supone más un canto al amor, que una transgresión. Para nosotros el tema del divorcio ha pasado a ser tan habitual, que la serie ha tomado una forma distinta sin llegar a perder actualidad. Es en este punto en el que sale a flote la maestría de Diosdado y, por qué no decirlo, también de Pedro Masó, su director. Anillos de orose puede ver hoy en día sin saber cuál era el tema central que propició su creación y sin que, a la vez, se pierda su actualidad más de 30 años después.
El divorcio en España –
El 22 de junio de 1981 se aprobaba la Ley del Divorcio que devolvía a los españoles este derecho tras 45 años de prohibición. La primera ley a este respecto se aprobó en los años 30, durante la República, pero su calado era menor. Tampoco la polémica se podría comparar, ya que no sólo la Iglesia Católica se oponía a la nueva ley proyectada por Adolfo Suarez y su entonces Ministro de Justicia Francisco Fernández Ordoñez, sino que el sector más conservador de su propio partido (UCD) entonces en el poder, puso enormes trabas a la aprobación.
Según el Informe sociológico y jurídico sobre la aplicación de la Ley del Divorcio que elaboró y presentó el Tribunal Supremo a través de su secretaría técnica, y cuyos datos analizó El Paísel 30 de abril de 1983, el índice de litigios por divorcio se había visto reducido en 1982 respecto a la cifra del último trimestre de 1981. Tras aprobarse la ley, se registraron 6.880 casos en los últimos meses de ese año, mientras que en todo 1982 la cifra solo alcanzó los 17.879 casos. Durante el primer año de vigencia de la ley, es la cifra de los mayores de 40 la que destaca, mientras que en 1982 este grupo se reduce y crecen sobre todo los mayores de 25 y menores de 40, mientras que los menores de 25 años representan datos marginales en ambos casos. Por lo que respecta a las condiciones socioeconómicas, el estudio resalta un “predominio absoluto” de las clases modestas y un incipiente aumento de las clases medias.
Si comparamos estas cifras con las que presenta el INE (Instituto Nacional de Estadística)en el año 2017, nos daremos cuenta de que la situación ha cambiado enormemente en este ámbito. El total de procesos de disolución de matrimonio (nulidad, separación y divorcio) en 2017 fue de 102.341, de los que 97.960 fueron divorcios.
Hay más diferencias, ya que mientras apenas un tercio de los divorcios era por mutuo acuerdo en 1982, este porcentaje aumenta hasta el 76% en 2016. De nuevo la edad media se sitúa más allá de los 40 años tanto en hombres como en mujeres.
Lo que extraemos de todo esto a la hora de analizar el texto audiovisual de Anillos de Oroes que resulta llamativa la actualidad de la serie y su resistencia al paso del tiempo, ya que su tema central, el divorcio y la percepción social del mismo, han cambiado durante estos años de una manera drástica.
Las raíces deAnillos de oro–
Pedro Masó, antes de dirigir a Ana Diosdado tomando su propio guión (el de ella), nunca había dirigido para televisión. En cine contaba ya con algunos éxitos basados en la comedia ligera, como el de Las Ibéricas F.C.en 1971, y se le puede considerar uno de los pioneros del cine de destape con Las adolescentesen 1975, pero su elección no parece casual si observamos que ya en 1980 había dirigido a Amparo Soler Leal en otra comedia titulada El divorcio que viene, con guión de Rafael Azcona y que giraba en torno a la inminente aprobación de la nueva ley.
Tras el éxito de Anillos de Oro, Masó y Diosdado volverán a trabajar juntos con guión de la segunda, en otra nueva serie para TVE,Segunda Enseñanza, basada en la educación y que también supondría un éxito, pero siempre a la sombra de su primera colaboración.
La estructura narrativa de Anillos de Oro no es extremadamente novedosa, principalmente porque Ana Diosdado construye el guión basándose en lo que mejor sabe hacer, y lo que más ha hecho hasta la época, que no es otra cosa que teatro. No resulta difícil ver cómo respeta las máximas teatrales en todo momento. La mayoría de las historias (una diferente en cada capítulo) están divididas en tres actos clásicos y siguen una pauta climática clara y tradicional. Incluso la serie, con un clímax que no desvelaremos aquí para evitar spoilerstardíos, sigue esta estructura a pesar de que la mayoría de capítulos nos cuentan historias aisladas con relaciones amorosas de todo tipo y con personajes diferentes cada semana, peso siempre unidos por un hilo narrativo dependiente de los personajes principales, especialmente de los de Ana Diosdado e Imanol Arias.
Sin embargo, que se sigan las pautas clásicas no quiere decir que no haya modernidad en la forma de narrar. Un análisis del primer capítulo nos dejaría entrever innovaciones narrativas y estilísticas que hoy nos parecerían extrañas, aunque es cierto que no todas fueron creadas por Diosdado, sino que muchas de ellas responden a patrones televisivos y narrativos que no volvieron a usarse o que no se convirtieron en habituales, por lo que no han llegado a nuestros días y acaban llamándonos la atención.
Texto audiovisual del capítulo 1 –
Más allá de su cabecera, clásica y ajustada a los cánones de la época pero ya mítica gracias a la melodía de Antón García Abril, la serie tiene una factura limpia y que bebe de los cánones televisivos y sobre todo cinematográficos de la época.
Ya desde esa cabecera, la cámara recorre las calles de Madrid con planos intercalados de anillos cayendo asépticamente sobre fondo negro. Madrid se convierte desde el principio en gran protagonista, pero no como ciudad con nombre propio, sino como una forma de acercarse a ese espectro social más urbano que caracterizaba esta década. La ciudad se convierte en participante y en espectadora, pero también en escenario para muchas secuencias que ocurren a pie de calle, rodeadas de tráfico y de personas que pasan alrededor de los actores. Este acercamiento a la calle, subrayado con la técnica documentalista de cámara al hombro, acerca la ficción a la realidad. La intención es que el espectador interiorice que se podría estar hablando de cualquiera de nosotros, que las historias que nos van a contar son historias que pasan a nuestro lado, a cualquiera de nuestros vecinos, a nosotros mismos. Al fin y al cabo, son historias corrientes que pretenden describirnos una realidad social.
Todo esto podría hacerse de muchas maneras, y no podemos restar méritos a la dirección de Pedro Masó ya desde el principio, desde que el último plano de la cabecera enlaza sin cortes con la primera secuencia del capítulo 1, mostrando a los primeros personajes con diálogo en un plano desde el otro lado de la calle.
Hoy en día un plano como este no nos llama la atención porque hemos visto muchas secuencias parecidas y, sobre todo, porque las cámaras de hoy permiten hacer cosas muy complicadas, pero tenemos que analizar todo esto desde la perspectiva del año 1983, aún siendo cierto que las cámaras en ese momento ya eran mucho más manejables.
Pocos minutos después, otro plano nos vuelve a llamar la atención cuando, cámara al hombro de nuevo, seguimos a Aurora Redondo desde el balcón en el que aparece por primera vez y cruzamos toda la casa detrás de ella.
La novedad de este plano apresurado contrasta con el tratamiento de los siguientes, en los que el guión ya se presenta como la base sólida de la narración al más puro estilo Diosdado. Los diálogos son complejos, cargados de ironías y segundas lecturas, y el lenguaje tampoco es arbitrario en ninguna de las dos mujeres que se nos presentan. El sonido y la dicción de ambas actrices hace que pensemos en algunos momentos en aquellos Estudio 1en los que TVE producía teatro para televisión durante la misma época. Hoy en día, sin duda nos pueden parecer escenas artificiosas porque estamos acostumbrados a una televisión mucho más improvisada incluso en ficción, pero no debemos olvidar que el lenguaje televisivo era mucho más elaborado que el actual y que los espectadores de entonces, al contrario que nosotros, encontrarían estas escenas novedosamente actuales.
Por otro lado, hay diversos detalles muy llamativos en este capítulo de presentación de la serie.
En primer lugar, debemos resaltar sin duda la curiosa técnica de encabalgamiento de las escenas.
Sobre todo hasta la mitad del capítulo, las escenas se suceden enlazadas mediante una técnica más puramente literaria que audiovisual, en una especie de concatenación en la que la última frase o el último momento del plano anterior se repiten en el plano sucesivo. Morfosintaxis del texto audiovisual, podríamos llamarlo. De esta forma unas escenas dan paso a otras con personajes completamente distintos y, puesto que muchos de ellos están siendo presentados en este momento, unos personajes presentan a otros sin siquiera ser conscientes de ello.
Por ejemplo, la primera secuencia de las dos hermanas mayores acaba con la frase “Si yo tuviera 20 años y estuviera empezando la vida…” y sigue directamente con una chica de 20 años preparándose para casarse y para comenzar una nueva vida como nos explicará en esa misma escena.
Otro detalle significativo es la técnica utilizada para presentar a los personajes y, sobre todo, el orden en el que se hace. Como no podía ser de otra forma hablando de un texto de Ana Diosdado, son los propios personajes los que se describen con gran valentía y agilidad solo con las primeras líneas de texto que salen de sus bocas. No sabemos cómo son estos personajes más que por lo que dicen y por sus primeras relaciones, pero solo con eso ya quedan perfectamente dibujados desde el primer momento. Además, el texto arriesga enormemente, sobre todo si nos damos cuenta de que estamos hablando de televisión, ya que relega a los personajes principales a la segunda mitad del capítulo. Durante los primeros minutos, únicamente encontraremos a personajes secundarios inmersos en sus vidas y no es hasta casi el minuto 15 cuando aparece Imanol Arias por primera vez. Ana Diosdado no aparece hasta el minuto 20 y nadie se ha referido a ella hasta el momento a pesar de ser la protagonista.
Por otro lado, sobre todo en esta primera mitad, el tratamiento del tiempo nos lleva a pensar en una intención de tratarlo como tiempo real. Estas escenas concatenadas que hemos ido viendo sucederse hasta este momento han ido dejando el espacio necesario para que la siguiente ocasión en que aparezcan, los mismos personajes hayan estado ocupados únicamente unos minutos. El montaje rápido y la cámara con esos efectos de documental de los que hemos hablado, ayudan enormemente a esa idea de multicámara como forma de tratar los primeros 30 minutos. En la segunda parte, sin embargo, estas técnicas ya se van diluyendo en el discurso y ya no son tan recurrentes, sobre todo porque el exceso podría llevar al cansancio. La segunda mitad del capítulo se caracteriza más por el discurso en sí que por su forma, tendiendo a un montaje mucho más clásico y menos marcado, algo más invisible.
Los mensajes que se presentan en este primer capítulo son los esperados y que sonarían transgresores en aquella época. Mensajes que recalcan avances sociales y que hablan de los problemas de la época.
Para las clases altas venidas a menos, por ejemplo, como cuando Aurora Redondo, Trinidad, reprocha a su hermana: “Lo que hace la pobreza… tu has sido siempre odiosa, pero decente… muy decente. Y ahora si por ti fuera montabas una casa de citas.” Y ambas acaban considerando que “Ser viejo, pobre y honorable es dificilísimo” en aquella época.
Las dos ancianas también ponen sobre la mensa el papel de la mujer, algo de mucha actualidad y que parece que ya en los años 80 partía de la misma base: “ ¿Y q se podía ser en esos años siendo mujer? En nuestra época había que ser hombre para hacer algo. Ser hombre y tener 30 años ya debe ser…”. Esta frase encadena directamente con el primer plano de Imanol Arias, hombre de 30 años que es presentado en la azotea de su apartamento en la mismísima Plaza Mayor de Madrid, resaltando la idea de que un hombre con 30 años en ese momento tenía Madrid a sus pies, por ejemplo.
Los temas del matrimonio y del divorcio se desarrollan muy tarde en el capítulo, pero se presentan indirectamente desde el principio. El primero es el matrimonio, y destaca su tratamiento como un acontecimiento feliz, sobre todo desde la percepción de los personajes más jóvenes, mientras que la edad va creando antipatía por la institución. Es llamativo que la protagonista aparezca por primera vez llevando la contraria a alguien que argumenta que no hay matrimonios felices. Su primera frase en la serie es para decir que el suyo sí que lo es.
Se habla de divorcio por primera vez en la primera parte del capítulo, pero de una forma indirecta, siendo un taxista de cierto corte cómico, el que presenta un punto de vista contrario sin que nadie le haya preguntado. De todas formas, el tema no se desarrolla hasta casi el final, cuando por fin los personajes dicen a qué se dedican y descubrimos que son una pareja de abogados especializados en divorcios que pretende montar un bufete. No es casualidad que esto se deje para el final y el texto claramente lo ha ido postergando para crear así diversas situaciones cómicas y llamativas.
Estas situaciones cómicas entroncan con una herencia cinematográfica a la que la televisión de ese momento no quiere renunciar. De hecho, la mayoría de los actores que encarnan a estos personajes un poco saineteros o berlanguianos, vienen del cine y de una forma de hacer cine muy española, en la que la crítica social se lleva a cabo a través de estas formas poco serias, utilizadas sin duda para distraer a la censura de otra época, y que han quedado como marca esencial de nuestro cine. El principal exponente de esta técnica va a ser el propio Imanol Arias que, en escenas como la del gramófono, en la que se muestra enfadado y distraído a partes iguales mientras gira sobre sí mismo con cada uno de los aspavientos sin darse cuenta de que cada vez que lo hace, peligra la integridad de su interlocutora a causa de la trompa del aparato. Con esta escena, de la que han pasado más de 30 años, los espectadores actuales no pueden dejar de pensar en que es ahí donde está el germen de uno de los personajes más característicos de nuestra ficción nacional y que Imanol Arias estaba sentando las bases para crear su prototipo de padre español con el Antonio Alcántara de Cuéntame.Habría que preguntar al propio Arias, pero es difícil pensar que no existe ninguna influencia de este personaje que creó Diosdado en el propio Alcántara, que utiliza el apelativo “Milano” para llamar a su esposa con la misma dicción y el mismo tono con el que Ramón llamaba “Milady” a Lola en Anillos de Oro.
Estos enredos, de clara base teatral que podríamos remontar a Lope de Vega, crean un lenguaje cercano en televisión y relajan las novedades más llamativas que parecen quedar diluidas en el tono. Es lo que sucede con la relación de complicidad entre los dos personajes principales, ya que a pesar de tratarse de una mujer casada en especial complicidad con el mejor amigo de su marido, todo parece fluir con normalidad. Sin duda la tensión sexual necesaria en cualquier tipo de ficción televisiva clásica está ahí, pero apenas la percibimos y, si lo hacemos, creemos que es sólo ocurrencia de nuestra mente.
La factura es lo que peor ha resistido el paso del tiempo, sobre todo porque nuestros ojos y nuestras percepciones están acostumbradas a productos mucho más cuidados estéticamente.
El sonido, problema eterno del cine español, es bastante deficiente y los saltos sonoros son evidentes de igual forma que los malos doblajes, pero es algo que todavía entonces existía en cualquier producción nacional. Los colores responden a la moda de la época, con esa predominancia de los colores cenicientos también producto de una tecnología que entonces todo parecía pasarlo por un filtro apagado.
Por último, deberíamos hablar del título del capítulo para resumir nuestro análisis: “Cuestión del principios”. No es un título al azar ni elegido a la ligera, sino que Diosdado sabía lo que hacía, y crea este primer capítulo como carta de presentación de lo que pretende hacer mientras que, a su vez, señala que el tema del divorcio no entiende de clases sociales o económicas, ni de edad o género, sino que es simplemente una cuestión de principios. Las propias señoras de la casa lo dicen y lo demuestran, ya que transigen con cualquier cosa, con cualquier situación por extraña e inmoral que pudiese ser, pero se niegan a aceptar a unos abogados que tramiten divorcios.
Por otra parte, también se resumen los propios principios de la serie presentando un matrimonio en el primer capítulo. La propia hija de la protagonista se va a casar por la iglesia y con un párroco al que alaban como “un cura moderno”, porque “afortunadamente a este país se le va muriendo la hipocresía”. Directamente esa muerte de la hipocresía se muestra con el velatorio de una de las hermanas, la que estaba en contra del divorcio, mientras que la otra hermana vislumbra un futuro más relajado y esperanzador.
El primer capítulo acaba con la hija pequeña, pepa, esperando sola en el colegio porque su mamá trabaja y ya no puede ir a por ella. “Era muy necesario para mamá ponerse a trabajar”, le dice el padre. Podrían enviarse más mensajes, pero no más claros.
Un reparto de lujo –
Mención aparte merece el reparto. Cualquier seguidor del cine y la televisión españoles queda maravillado ante el repertorio de grandes nombres que nos presentan los 13 capítulos de la serie. La mayoría de estos nombres únicamente aparecen en un episodio y nos cuentan una historia, pero en conjunto, la serie cuenta con nombres y apellidos en mayúsculas de la historia del cine español. Más allá de Diosdado y Arias, encontramos como recurrente a la gran Aurora Redondo, Doña Trini, ama de la casa en la que instalan el despacho y personaje más que entrañable que representa ese viejo régimen obligado por las circunstancias económicas y personales a transigir con la modernidad. En uno de los últimos papeles de su carrera, la gran Aurora Redondo nos regala una joya a preservar, pero no está sola, ya que también descubrimos a actores de la talla de la propia Amelia de la Torre (madrastra de Ana Diosdado en la vida real), Héctor Alterio, Juan Luis Galiardo, Luis Suárez, Mónica Randall, María Isbert, Queta Claver, Agustín González, Ana Obregón, José María Pou, Miguel Rellán, Maria Luisa Ponte, María Asquerino, Amparo Larrañaga o Ana Torrent. Muchos de estos actores eran ya nombres consagrados del cine, otros estaban ya de despedida tras largas carreras, y otros muchos eran jóvenes promesas, hoy en día ya muy reconocidos.
Para terminar, tras este liviano repaso de un mito televisivo como Anillos de Oro, podríamos decir que el hecho de que su renombre haya llegado hasta nuestros días no ha sido mera casualidad. Además, el desconocimiento de la propia figura de su creadora, Ana Diosdado (sobre todo por las generaciones de españoles más jóvenes que no tuvieron la oportunidad de ver sus años dorados en televisión) debería considerarse una falta cultural grave en nuestros días. Los amantes del teatro seguro que tienen su nombre como uno de los más importantes de la escena española durante estos 30 años que han transcurrido desde 1983, pero sería importante reconocer y reivindicar nombres que, a través del cine y sobre todo de la maltratada televisión, son importantes piezas de la cultura de nuestro país y que, muchas veces únicamente por omisión, pasan desapercibidos. Esto sucede con Anillos de Oro, una serie de televisión que por su importancia social y cultural, debería estar, cuanto menos, presente en algún programa educativo junto con la obra completa de su creadora, la gran Ana Diosdado.