Relatos

De bailar y de volver a caer.

Compartir en

     El frío de la tarde se derrite pastoso entre los oscuros rincones que deja el invierno. Desde un portal se arrastra una ajada melodía de guitarra, opaca de tan manoseada. Ese marrón oscuro que ansía ser granate se cuela por las solapas de su abrigo, aún teniéndolas arrugadas con fuerza entre sus dedos. Esa tarde ya nada es granate, aunque todo lo pretenda. Todo es de fieltro marrón desde hace tiempo, y estar en ese lugar que tantas veces ha respirado, le hace sentirse insignificantemente invisible. Hoy no es más que una figura abstracta, un bulto que no llamaría la atención aunque se moviese.

    –           ¿Quieres bailar?

     Tu mano tendida me parece tan extraña que no sé si sueño, pero he vuelto a sentir el frío en la cara. Malgastaste tanto tiempo antes de que nada tuviese solución, que casi siento ganas de reír mientras me olvido de todo. No puedo reír ahora. Las piedras que nos miran han visto tantas cosas que no reparan en nosotros, pero yo tiemblo por no convertirme en una de ellas. Las he llegado a entender y casi me tratan como un igual, pero nunca llegaré a saber con cuántos años están comparando mis días.

     No tenías derecho a venir. Me he roto los huesos de las manos retorciéndomelas antes de entender que nunca lo llegaste a tener. Esto era mío y tu solo lo ensucias. Siempre has sido egoísta, aún cuando te esforzabas en no serlo. Quizá, entonces, más todavía. Sabías que este lugar era mío y, en tu afán por ganar, has venido a pisotearlo. Fui un estúpido al enseñártelo, pero ya no me importa lo que te pase.

 

     No. Sí que me importa. Claro que me importa. Claro que quiero bailar. Y claro que has vuelto a ganar.

      Huir fue, sin duda, un error que ya no se puede evitar, y menos remediar, por peligro a que se convierta en uno todavía mayor. Aquí, de pie, donde tantas veces ha pasado el tiempo viendo pasar el mundo, no hace sino darse cuenta de que significa tan poco para ese lugar como para cualquier otro. Su vida hasta ese momento no ha sido más que una sucesión de colores apagados y decisiones frustradas, sin mayor satisfacción que la de encontrarse con algo de suerte por descuido del destino.

      El azul que se acercaba hacía tiempo que había dejado de sorprenderle, pero no de hipnotizarle. Había tenido el temor, la esperanza, la alegría y el casi pánico, de oír ese mismo sonido hueco que oyó alejarse el día en que no pudo soportar escuchar nada más. Sin embargo, nada ha cambiado y en el fondo de ese oscuro infierno de nubes rojas, ha tenido incluso miedo de que no dijera lo que sabía que iba a decir.

     – No, nunca me ha gustado bailar –  su voz suena como un gris roto que no sabe por qué lo han despertado, tan sonámbulo que tiene que carraspear para acabar la frase – y supongo que debes saberlo.

     ¿De qué sirve que te conteste? Y menos algo que ya sabes. He caído en tu juego sin que ni siquiera hayas tenido que esperar unos segundos. Ahora solo te queda empezar a lanzar tus redes y yo ni tendré que abrir la boca porque he caído ya en ellas y te he dado la réplica como siguiendo un mal guion de serie B.

     Este sentimiento de no saber si seré capaz de aguantar ni un minuto más sin volverme loco, se está repitiendo demasiado, y tu siempre estás delante cuando ocurre. Al sentirlo, estabas detrás y no sabía si sería capaz de aguantar diez segundos más sin darme la vuelta y correr a colgarme de ti.

     El eco de los adoquines no lo ha confundido ni por un momento porque sabe perfectamente el número de pasos que hay hasta la plaza. Estaba tan seguro de que vendría por ahí que, conscientemente, había dado la espalda a esa corriente de oscuro olor a flores y alfombras mojadas. Él mismo le enseñó ese camino para huir de la gente. Durante tanto tiempo lo había tenido en secreto, que en el mismo momento en que lo dejó salir para que lo viera, supo que se había equivocado otra vez. Y aquí está la prueba del error. La ha sentido a su espalda en el viento que lo atraviesa al pasar. Lo ha oído hace dos minutos en la respiración violeta que cortaba la suya. Lo huele ahora en ese humo naranja que nadie más conoce. Y lo verá en las cornisas de las casas que fruncirán el ceño de nuevo como el día en que arrancaron el bronce.

     –           No te gusta porque no has bailado nunca conmigo.

     Prepotente, absurdo y simple. Eres tan previsible que cuando hablas generas un dejavú viciado y sin fin en quien te escucha. No puedo soportarte, no puedo respirar el mismo aire que tu, no puedo ni siquiera volverme y dejar de mirarte.

 

     En el momento en el que se ha girado, su cuerpo lo ha hecho mucho más lentamente que sus ojos que, antes de completar los 180 grados, ya estaban clavados en el azul del desastre. Ahora, uno frente al otro, se miran, pero no se tocan; se respiran, pero no consiguen penetrar la niebla. Vuelve a oler a humo como aquel día que Nerón quiso resucitar y prender fuego a todo. Vuelve a hacer calor aunque es invierno, y el bochorno sale de las grietas en los ladrillos, desperezándose, sudado.

     Ya no recuerdo ni qué pensé. Ya no recuerdo ni qué hiciste. Se me olvidan tus pasos alejándose, pero me duele por dentro algo que no sé qué es. Me queman las cicatrices como si todavía fuesen heridas en carne viva curándose con sal, y se me desgarran los brazos por dentro, como si la piel se rasgara huyendo de ti. Mi cuerpo entero responde al más básico instinto de supervivencia y, como un animal que intuye su desnutrida muerte, no hace más que intentar alejarse de tu respiración. Tu sonrisa, como la lija del grano más grueso, me incendia la nuca y llego a notar las gotas de sangre corriendo por mi espalda sin que nadie las pueda detener, huyendo también de mi cuerpo. Pero aunque mi propia sangre quiera correr y escaparse de aquí, mi mente está en tu piel. No me dejas pensar. El sonido de tu voz me hechiza y me marea como una droga y un callejón, como el humo más blanco y más denso, y ni siquiera sé lo que estás diciendo. No sé si te estás disculpando o estás hablando como si nada hubiese pasado; como si nadie hubiese pasado; como si nunca hubiese pasado.

     No me importa lo que digas, yo ya estoy más allá. Yo ya estoy en el azul de tus ojos. Yo ya estoy otra vez en tus manos y ellas notan mi peso, por eso ni a ti te importa lo que dices.

 

     No habrá conversación. Alguien hablará y otro alguien hablará después sin mucho más que decir. Las frases no tendrán nunca relación entre ellas, pero el mensaje se construirá por detrás, solo, como los caudales sucios tras la tormenta que van generando un torrente en dirección a la alcantarilla, ajenos a lo que digan los truenos.

     Lo más importante de lo que aquí pase jamás se traducirá en palabras, pero se interpretará en pasos. Pasos en una misma dirección, de espaldas al elefante, de espaldas al mármol, hacia una nueva entrada a través de un callejón viejo por el que pocas veces habían salido. Pasos conscientes de que no llevaban a ninguna parte y de que pasan por todos los sitios. Pasos que, sucediéndose con cuidado, como pisando un pavimento de vidrios y cristales, temerosos de romperlos y a la vez de que les atraviesen la carne, oirán el hueco de la nada y el tintineo de los cascos vacíos.

     Diez veces cogerá aire antes de que la plaza desaparezca. Cinco veces más y una punzada en el estómago le hará encorvarse. Un mareo nauseabundo le hará correr a un portal y vomitar entre las piedras, oliendo a humedad, como lo hizo el primer día, como lo hizo cuando salió del vientre de su madre con los pulmones llenos de un líquido que no era suyo. El cuerpo querrá salírsele por la boca y se limpiará con la manga. La sombra gris sobre su sombra todavía más gris estará ahí, de nuevo tras él, y de nuevo le faltará el aire. Se pondrá de pie y seguirá, seguirá de frente y se olvidará de respirar. Se olvidará otra vez, y otra vez escuchará:

     –           Entonces, ¿quieres bailar?


Compartir en

Dejar una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies