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De un impacto.
Cuando crees que el mundo se acaba, respirar se convierte en algo circunstancial. El golpe de los cascotes de algo que no era nada y que se derrumba sin apenas hacer ruido, se clava en la piel como afiladísimas plumas de cuervo. Es un cuervo que entendió hace tiempo que era el final, que el vacío se acababa, que era cuestión de tiempo acabar sepultado por el fin y se limitó a esperar, a esperar y observar cómo un individuo se ahoga en la propia sorpresa de saber que su tiempo deja de ser tiempo. Cuando crees que el mundo se acaba, hay dos opciones, contener…