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De un caballo de acero y humo.
Aquella primera vez, respirabas la ciudad como quien golpea pedazos de hierro para doblegarlo y no sucumbir bajo sus fauces. Pasabas la mano por tu garganta como si el gesto te ayudase a tragar el sabor ingrato de un lugar tan robusto que costaba acariciarlo.
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De no volver.
Volver atrás siempre fue una opción. Si te lo hubieras encontrado una tarde al volver a casa, te habría dicho que no, pero desembarazarse del estoico sentimiento del deber que se le pegaba al cuerpo con una viscosidad desagradable, siempre había resonado en esa parte trasera de la mente donde guardamos las cosas inútiles cuando no sabemos que hacer con ellas.
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De bailar y de volver a caer.
El frío de la tarde se derrite pastoso entre los oscuros rincones que deja el invierno. Desde un portal se arrastra una ajada melodía de guitarra, opaca de tan manoseada. Ese marrón oscuro que ansía ser granate se cuela por las solapas de su abrigo, aún teniéndolas arrugadas con fuerza entre sus dedos. Esa tarde ya nada es granate, aunque todo lo pretenda. Todo es de fieltro marrón desde hace tiempo, y estar en ese lugar que tantas veces ha respirado, le hace sentirse insignificantemente invisible. Hoy no es más que una figura abstracta, un bulto que no llamaría la atención aunque se moviese. – ¿Quieres bailar?…
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De ahora que el sueño huele a presente.
Cuando mira hacia otro lado y me atrevo a fijarme en sus ojos, me veo como en un espejo, en medio de un escenario, desnudo, viendo el polvo que espesa el aire. Todo sabe a miedo. Todo sabe a peligro. Parpadeo y todo es como tantas veces he imaginado, pero los detalles son tan diferentes que un escalofrío hace que se me erice el vello del brazo. Tantas noches jugando a esconderme, a mentir, a pecar, a recordarme que no había nada de malo, mientras me daba cuenta de que estaba metido en el barro hasta alas rodillas y de que me gustaba el sabor y…
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De las cenizas de una tormenta.
La tormenta había cambiado todo. Las imprevistas nubes de plomo habían engullido el calor vespertino y habían regurgitado un bochorno áspero y con un respirar complicado. Apenas una hora había bastado para que el rumbo de miles de pasos se detuviese por unos instantes y jamás volviese a encontrarse. Todo eran dudas, todo era vapor de un chapoteo filtrado a las entrañas del hormigón. De repente, todo era gris. Así es como una pareja cualquiera, en un bar que hacía esquina, interpretó la tarde. La tormenta, tan anodina como cualquier otra de aquel verano insípido o de otro al azar, había electrificado sus planes.…
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Serie Verano
El verano nos atrapa, nos hipnotiza, nos adormece en sus brazos. Como todo lo que se ama o se odia, es difícil escapar y quedar indiferente. En Virutas hemos caído en el embrujo, pero nos ha quedado el suficiente raciocinio para recopilar todas las historias que la época estival nos despierta, y acercároslas con esta serie de microrrelatos que nos transportan una y otra vez a esos veranos pasados y futuros que todos guardamos en nuestra mente. » order_by=»sortorder» order_direction=»ASC» returns=»included» maximum_entity_count=»500″]
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De la hierba y de unos ojos.
Respirar cerca del suelo me ayuda a engañar a los pulmones. Modosos, como flotando en anestesia de estraperlo, creen estar en otro lugar. También he engañado a mis ojos. Ver diversos tonos de verde y nada más que verde, ha creado la ilusión en lo más profundo de mis modestas pupilas de que he reptado a otro mundo más allá. Mis entrañas, sin embargo, son mucho más difíciles de engañar. Hundidas y maltratadas, han desarrollado la percepción sublime del que no aguanta más, del que se jura cada vez que será la última, y del que se cansa de respirar. Dormidas, aplastadas contra una realidad…
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Del gato y de ti.
El cine, me sabe a ti. Cuando paso la mano por la butaca de al lado y oigo el roce de la tela contra el silencio, me huele a ti. En las películas se puede oír la cafetera, pero nunca huele a café. Ayer volví y Madrid olía a café. En esta cocina yo te oigo, pero no estás y ya no huele a nada. Mis padres no paran de venir a verme. Mis hermanos no dejan descansar el teléfono, y yo peleo por no cogerlo. Tus padres paseaban ayer cuando salí de trabajar, y de tus hermanos mejor no tener noticias. Yo estoy bien, ya…
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De la culpa y de unos pies descalzos.
La última vez que te escuché reír pensé que iba a ser la primera, que dormiríamos juntos y que al día siguiente yo sería alguien. Mañana seré alguien, pero todo lo demás nunca pasó. Me dí la vuelta y allí no había nadie. De nuevo, al mirar de frente, tampoco vi a nadie. Te fuiste y la ciudad se fue contigo. El tiempo y el viento, todo se fue. Famélico y sucio, envuelto en un ruido atroz, salí de allí como pude. Pasaron tres días en los que no me encontré ni te encontré. Tampoco lo encontré a él, pero sabía que estaba, como dios que es, en…
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De mensajes que se cruzan irremediablemente.
Bandeja de entrada – 18 Noviembre 2017 10:22 am De: Luis Carrasco Para: maria Pequeña Asunto: ganas de verte Hola Pequeña, Quería esperar a mañana para decírtelo en persona, pero estoy aquí en el trabajo y no paro de pensar en lo bien que lo pasamos anoche en ese sitio, así que me gustaría saber si estás dispuesta a venir conmigo este finde a una escapada sorpresa. Sería sorpresa para ti, no para mí, claro, jajaja. Me gustaría llevarte a un sitio del que no te he hablado nunca, no porque sea nada del otro mundo, sino porque me recuerda muchas cosas de mi infancia. Anoche te conté algo…
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De arrugas y de volver a empezar.
Al sentarse, una descarga de libertad sacudió su cuerpo desde lo más profundo de sus entrañas hasta la fina superficie de aire que rodeaba su piel. En ese momento, mientras miraba a la gente que tenía alrededor y que de nada conocía, se planteó, casi sin darse cuenta, que estaba ante un punto y aparte. En realidad estaba ante una mayúscula y en otra línea, porque el punto y aparte ya lo había dejado atrás con un portazo al salir de un apartamento que ya no consideraba suyo desde hacía días. Bajando la escalera y sin saludar al portero, decidió no…
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De luces, sombras y Belmondo.
La vida en blanco y negro huele a humo y a callejón, sabe a cecina y hace ruido al tocarla. La vida en blanco y negro es de Bogart y de Mitchum, pero yo no fumo y tengo tendencia a perder las gafas de sol. Cada una de esas líneas negras me recuerda el sonido del tren cuando entraba en el túnel. Vuelvo a ver los pinos negros por el gasóleo mal quemado durante tantos días y tantos años, y me acuerdo de aquella tarde de sol y de aquella canción metálica que escuchaba una y otra vez sin poder…
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De lo que ya no somos
Su esposa murió afirmando que no recordaba una sola palabra de su lengua natal. A pesar de haber llegado al país en el mismo barco, ella no volvió a hablar italiano tras el par de años de adaptación. La excusa de practicar el nuevo idioma llevó enseguida a asegurar que no recordaba absolutamente nada del antiguo. Nadie se lo creyó nunca más allá de sus propios hijos y algún que otro auténtico americano, como ellos, de los que las lenguas extranjeras suponen una nebulosa abstracta tan difícil de comprender como la ecuación de las ondas gravitacionales. Para ellos, si la señora decía que no recordaba ni una…
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De lo que eres y de lo que crees ser.
No voy a esperar más1. No tengo por qué2 hacerlo. ¿Qué se me ha perdido a mi aquí? No ser puntual es un defecto asumible, pero en este caso no veo necesario asumirlo3. Al fin y al cabo, ¿yo qué pierdo? Yo no pierdo nada. Mañana me iré de aquí. Mañana no vendré4. Mañana tengo cosas más importantes que hacer. Hoy también las tengo, pero me gusta ver a la gente, la gente que anda a mi alrededor en todas direcciones. Me niego a pensar que todos andan hacia alguna parte. No llevan ninguna dirección. Yo creía llevar una dirección, pero está claro que no. Ellos también creen que la…
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De lo que te dijeron y de lo que no.
Te dijeron que ambicionases los carismas mejores, pero ya era tarde. Mientras la duda atravesaba un tul barato comprado deprisa, estabas muda, y uno de tus dedos rozaba, temblando, el puño de la manga contraria. Te convenció una pregunta: ¿mejores que cuáles? Pero eso no te lo dijeron. A ti te dijeron que existía un camino excepcional y creíste verlo. No hay duda de que lo viste, pero ya allí estabas incómodo. Tenías las piernas cansadas y pasabas el peso de un pie al otro sin que se moviesen las arrugas del pantalón, ni se curvase, apenas, las raya planchada a conciencia por alguien que ansiaba deshacerse de ti. Allí,…
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De ángulos inversos que forman perspectivas.
Si pudiera volver atrás y bajar de ese avión, no dudaría en hacerlo. La lluvia me empapa las pestañas y siento que pesan como vigas de hormigón que se hundirán en el mar. Por el acento de sus pasos sobre la fina película de agua que hay en la acera, sé que papá está tan seguro como yo de que todo esto ha sido un error. Desde luego no es el mayor que hemos cometido juntos, pero mamá estará contenta. La costumbre me hace suponer que el sol salió esta mañana, pero ni siquiera estoy seguro de eso. Si un ente revolucionario me discutiera esa posibilidad, no tardaría en ceder…
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De lo que el tiempo hizo/hará con nosotros dos.
– No quiero volver a verte. – Ojalá no te hubiera conocido. MADERA Suave como la superficie de un lago en el agosto más ardiente. Al tacto se diría que todavía le queda polvo del que le sacó la lija más fina. Por la mano penetra un olor tan dulce que vulnera, consciente, las capacidades más básicas de la razón. Huele a agua entre los dedos, sabe a nudos, y se pega, como la resina que se vuelve loca por escapar. ¿A quién le importa el hierro de los clavos si entran suaves, de un solo golpe? El grito…