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De bailar y de volver a caer.
El frío de la tarde se derrite pastoso entre los oscuros rincones que deja el invierno. Desde un portal se arrastra una ajada melodía de guitarra, opaca de tan manoseada. Ese marrón oscuro que ansía ser granate se cuela por las solapas de su abrigo, aún teniéndolas arrugadas con fuerza entre sus dedos. Esa tarde ya nada es granate, aunque todo lo pretenda. Todo es de fieltro marrón desde hace tiempo, y estar en ese lugar que tantas veces ha respirado, le hace sentirse insignificantemente invisible. Hoy no es más que una figura abstracta, un bulto que no llamaría la atención aunque se moviese. – ¿Quieres bailar?…