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De Ana Diosdado y Anillos de Oro.
Como un anillo de boda, sin más adorno que sus propias líneas limpias y seguras, Anillos de Orose ve hoy, lejos de la novedad del divorcio, como un canto al amor, a la diversidad y a una forma de hacer televisión que se ha ido diluyendo en el tiempo. Con el tono de seca ironía que Ana Diosdado prestó a su personaje y a su narración, el primer capítulo de esta serie de 13 episodios, supondría hoy un jarro de agua fría capaz de despertar a muchos millones de telespectadores que ya ni recuerdan que antes eran capaces de entretenerse con relatos complejos. La modernidad que desprende…
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De la hierba y de unos ojos.
Respirar cerca del suelo me ayuda a engañar a los pulmones. Modosos, como flotando en anestesia de estraperlo, creen estar en otro lugar. También he engañado a mis ojos. Ver diversos tonos de verde y nada más que verde, ha creado la ilusión en lo más profundo de mis modestas pupilas de que he reptado a otro mundo más allá. Mis entrañas, sin embargo, son mucho más difíciles de engañar. Hundidas y maltratadas, han desarrollado la percepción sublime del que no aguanta más, del que se jura cada vez que será la última, y del que se cansa de respirar. Dormidas, aplastadas contra una realidad aparentemente…
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Del gato y de ti.
El cine, me sabe a ti. Cuando paso la mano por la butaca de al lado y oigo el roce de la tela contra el silencio, me huele a ti. En las películas se puede oír la cafetera, pero nunca huele a café. Ayer volví y Madrid olía a café. En esta cocina yo te oigo, pero no estás y ya no huele a nada. Mis padres no paran de venir a verme. Mis hermanos no dejan descansar el teléfono, y yo peleo por no cogerlo. Tus padres paseaban ayer cuando salí de trabajar, y de tus hermanos mejor no tener noticias. Yo estoy bien, ya…
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De la culpa y de unos pies descalzos.
La última vez que te escuché reír pensé que iba a ser la primera, que dormiríamos juntos y que al día siguiente yo sería alguien. Mañana seré alguien, pero todo lo demás nunca pasó. Me dí la vuelta y allí no había nadie. De nuevo, al mirar de frente, tampoco vi a nadie. Te fuiste y la ciudad se fue contigo. El tiempo y el viento, todo se fue. Famélico y sucio, envuelto en un ruido atroz, salí de allí como pude. Pasaron tres días en los que no me encontré ni te encontré. Tampoco lo encontré a él, pero sabía que estaba, como dios que es, en…
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De mensajes que se cruzan irremediablemente.
Bandeja de entrada – 18 Noviembre 2017 10:22 am De: Luis Carrasco Para: maria Pequeña Asunto: ganas de verte Hola Pequeña, Quería esperar a mañana para decírtelo en persona, pero estoy aquí en el trabajo y no paro de pensar en lo bien que lo pasamos anoche en ese sitio, así que me gustaría saber si estás dispuesta a venir conmigo este finde a una escapada sorpresa. Sería sorpresa para ti, no para mí, claro, jajaja. Me gustaría llevarte a un sitio del que no te he hablado nunca, no porque sea nada del otro mundo, sino porque me recuerda muchas cosas de mi infancia. Anoche te conté algo…
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De lo que te dijeron y de lo que no.
Te dijeron que ambicionases los carismas mejores, pero ya era tarde. Mientras la duda atravesaba un tul barato comprado deprisa, estabas muda, y uno de tus dedos rozaba, temblando, el puño de la manga contraria. Te convenció una pregunta: ¿mejores que cuáles? Pero eso no te lo dijeron. A ti te dijeron que existía un camino excepcional y creíste verlo. No hay duda de que lo viste, pero ya allí estabas incómodo. Tenías las piernas cansadas y pasabas el peso de un pie al otro sin que se moviesen las arrugas del pantalón, ni se curvase, apenas, las raya planchada a conciencia por alguien que ansiaba deshacerse de ti. Allí,…
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De lo que el tiempo hizo/hará con nosotros dos.
– No quiero volver a verte. – Ojalá no te hubiera conocido. MADERA Suave como la superficie de un lago en el agosto más ardiente. Al tacto se diría que todavía le queda polvo del que le sacó la lija más fina. Por la mano penetra un olor tan dulce que vulnera, consciente, las capacidades más básicas de la razón. Huele a agua entre los dedos, sabe a nudos, y se pega, como la resina que se vuelve loca por escapar. ¿A quién le importa el hierro de los clavos si entran suaves, de un solo golpe? El grito…